La salud arrebatada
Fuente: Diario16/ porJesús García Blanca
Es imposible analizar adecuadamente los problemas de salud y sus implicaciones médicas sin conocer los mecanismos de control de la industria farmacéutica y cómo se despliegan integrados en un entramado internacional que domina el modelo médico oficial y cuyos objetivos tienen muy poco que ver con la salud de la gente y mucho con los intereses del gran capital farmacéutico, alimentario y biotecnológico que condiciona todos los organismos, publicaciones, entidades o asociaciones tanto públicas como privadas, relacionadas con la salud, la enfermedad y la biomedicina.
En mi labor como investigador social he analizado durante años las herramientas de poder sanitario y sus implicaciones en los campos de la salud, la educación y la ecología. Esas herramientas juegan —para empezar— un papel clave en lo que podemos llamar la fabricación de ciudadanos obedientes, piezas de una maquinaria controlada desde tiempo inmemorial por los Amos del Mundo, la ínfima minoría privilegiada cuyo objetivo es seguir mandando y detentando sus privilegios.
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Esa minoría en la sombra actúa a través de una red de “mandos intermedios” como los denomina James Petras y desde hace algo más de un siglo vienen utilizando el entramado de poder sanitario como una herramienta privilegiada de control, influencia y dominación, imponiendo y apoyando falsas teorías científicas, sobre todo en el campo de la biología y la medicina, como dogmas indiscutibles que la mayoría de la población es incapaz de cuestionar y mucho menos desobedecer: en los dos últimos años hemos podido comprobar cómo aceptan dócilmente todo lo que venga de la “autoridad médica” por muy absurdo y contradictorio que pueda parecer, e incluso si ello supone la violación de sus derechos fundamentales o poner en peligro sus vidas y las de sus hijos y nietos.
EL MODELO MÉDICO HEGEMÓNICO
El Modelo Médico actualmente dominante tiene su origen en el siglo XVIII cuando la ciencia moderna comienza a sustituir a la religión, aparece la autoridad médica y se comienza a definir las dolencias como “enfermedades”. Durante el siglo XIX, el pensamiento mecanicista surgido de la Ilustración por una parte, y la gestación de la industria farmacéutica por otra, facilitan el triunfo de la genética determinista apoyada en los fraudes perpetrados por George Mendel, las falsas teorías en torno a la evolución y en particular la Teoría Microbiana de la Enfermedad que inicia la guerra contra los microbios mediante el empleo masivo de antibióticos y vacunas.
Este Modelo Médico Hegemónico se consolida a lo largo del siglo XX favorecido por la reconversión de las multinacionales farmacéuticas tras la segunda guerra mundial creándose un entramado sanitario que nos ha arrebatado la salud y ejerce sobre la población una auténtica dictadura sanitaria controlando mediante inversiones, “donaciones”, puertas giratorias, censura amparada en el denominado peer review o sobornos directos a profesionales, la formación, la información sobre salud en los grandes medios, la investigación, ONGs, asociaciones profesionales, comités de ética o colegios médicos.
La estructura básica de ese entramado de poder la conforman unas pocas agencias del Departamento de Salud estadounidense destacando sobre todo los Centros para el Control de Enfermedades (Center for Disease Control, CDC) que define las enfermedades, los criterios de diagnóstico y los protocolos de tratamiento o prevención, y los exporta a todo el planeta a través del Servicio de Inteligencia de Epidemias (Epidemic Intelligence Service, EIS) cuyos agentes se autodenominan “detectives de enfermedades” y que a través de un programa de entrenamiento epidemiológico llamado TEPHINET extiende su influencia a 165 países, incluyendo toda Europa y siendo en España el Instituto Carlos III su centro de referencia.
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Los CDC/EIS tienen agentes ubicados en medios de comunicación, agencias gubernamentales, ministerios de sanidad, universidades y escuelas de medicina, y toda clase de centros de decisión a todos los niveles importantes. Su actuación y sus relaciones con la industria y las entidades filantrocapitalistas ha sido tan polémica y discutida que ya han sufrido cuatro investigaciones oficiales: del Senado estadounidense entre 2001 y 2003, del comité del senador Tom Coburn en 2007, del Inspector General del Servicio de Salud de Estados Unidos en 2008 y de la Oficina de Integridad en 2014. Y todas esas investigaciones llegaron a la conclusión de que los CDC son —en palabras de Robert Kennedy Jr.— “un pozo negro de corrupción, una agencia que se ha convertido en subsidiaria absoluta de la industria farmacéutica, un títere de la industria”.
Desde su creación las voces de alarma de los CDC intentando desatar el pánico para justificar negocios e intervenciones extraordinarias no han cesado. Son los responsables de la puesta en marcha en 1981 del Montaje VIH/SIDA, manipularon las estadísticas de gripe y neumonía en 2005, fabricaron los brotes de sarampión de 2015 y volvieron a mentir en los casos de la Gripe A, el supuesto ébola y el zika, virus que al igual que el VIH antes y el SARS-CoV-2 ahora nunca se aislaron.
ALIANZA CON LA FARMAFIA
Otro elemento clave en este entramado de poder fue —como hemos apuntado— la alianza con la naciente industria farmacéutica a principios del siglo XX que luego se consolidaría con el fin de la segunda guerra mundial jugando un papel protagonista Ig Farben en Alemania y el imperio Rockefeller en Estados Unidos. A partir del año 2000 la Fundación Rockefeller, responsable del conocido como Informe Flexner —que sirvió para depurar al estamento médico estadounidense apartando a los médicos tradicionales y naturales, y asegurando un curriculum a la medida de la farmacia— pasaría a un segundo plano, tomando el relevo la Fundación Bill y Melinda Gates.
El entramado de poder e influencia de la Fundación Gates es enorme: el grueso de sus donaciones se destinan a organizaciones e instituciones internacionales, particularmente las que operan en el campo de la salud o la medicina, que reciben dinero directamente o a través de otras organizaciones creadas y financiadas por los Gates, en especial la Alianza GAVI orientada a la vacunación en todo el mundo y que ha recibido unos tres mil millones de dólares desde su fundación.
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Gates y GAVI financian una parte importante del presupuesto de la Organización Mundial de la Salud, tanto de las oficinas centrales como de las regionales, así como el Fondo Mundial para la lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria, UNICEF, Rotary, PATH, CEPI, Global Financing Facilities, creada por la ONU y el Banco Mundial, entre otras muchas. Otro grupo de donaciones relevantes van a parar a la industria farmacéutica y biotecnológica, y a las agencias sanitarias estadounidenses. Y a todo ello hay que sumar instituciones académicas, como la Universidad John Hopkins y el Imperial College de Londres, ambas ligadas a Neil Ferguson, el responsable de los encierros en todo el mundo durante 2020. La Fundación Gates financia unos mil proyectos universitarios, 239 hospitales, 91 academias de ciencias y mil institutos de investigación. Y como guinda del pastel algunos importantes medios de comunicación sobre todo especializados en salud.
DOGMAS VIGENTES PARA UN MODELO FRACASADO
Actualmente, el Modelo Médico
Hegemónico mantiene una amplia credibilidad e influencia debido, no a razones científicas sino socio-políticas: son los enormes intereses de poder —no solo económico— los que mantienen vigentes los dogmas de un modelo que ha fracasado a la hora de resolver la mayor parte de los problemas de salud siendo directamente responsable del aumento de patologías crónicas y degenerativas o de las denominadas “enfermedades raras” que afectan a tres millones de personas en España, 27 millones en Europa y 25 en Estados Unidos: una auténtica explosión de Iatrogenia sin precedentes.
Si queremos proteger nuestra salud y la salud del planeta, se hace urgente un cambio de paradigma en las ciencias biomédicas, un cuestionamiento de los dogmas impuestos que posibilite otro sistema sanitario a la medida de nuestras necesidades lo que supone romper con la influencia y el control de la industria farmacéutica, promover la información sobre hábitos de vida saludables y construir un sistema público y solidario, centrado en la salud y gestionado por la gente, y en el que tenga cabida una pluralidad de opciones entre las que quepa elegir libremente sin que sea posible ninguna grieta legal que permita imponer decisiones, tratamientos, enfoques y mucho menos aquellos que supongan cualquier mínima violación de derechos y libertades.
Fuente :Internet diario 16 /Nota del 23/01/2022
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